Una semana más, otro fin de semana y nuestro corazón agradecido por todo lo concedido en estos días. Gracias, Señor.
Como María, las mujeres y los apóstoles en la víspera del primer Pentecostés, también nosotros estaremos en oración. Que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros, para que, como verdaderos discípulos tuyos, seamos dóciles a su acción y testigos fieles del tu Evangelio.
Que nuestra manera de vivir dé testimonio claro que eres nuestra luz y nuestra vida. Ahora, Señor, en la espera de este nuevo Pentecostés en cada una de nuestras vidas, te pedimos docilidad y generosidad de corazón para cumplir tu voluntad, fortalecidos con la presencia del Espíritu Santo. Él sea la fuente de nuestro amor y servicio y nos ayude a ser fraternos y solidarios. Que, por medio de sus dones, podamos comprender tus designios de amor. «Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor».
Hoy tendremos la celebración de la Vigilia de Pentecostés. Estaremos orando y pidiendo los Dones del Espíritu. Abrazos y bendiciones.
ORACIÓN
Santo Espíritu, te amo y te bendigo,
infinito consuelo de Dios y Jesús,
repleto de virtudes y dones,
sáname en estas complicadas situaciones,
ilumina y traza un camino en mi vida,
bendíceme hoy, mañana y siempre,
y yo te glorificaré y te agradeceré eternamente.
Ven a nosotros, Santo Espíritu, rodéate de nuestra gente,
sé su luz, su fortaleza, su consuelo,
su defensa impenetrable, protégelos,
llena sus corazones de regocijo,
y calcina los malos sentimientos de su corazón,
para que sólo habiten las llamas de tu amor,
tu pasión y tu poder de sanación.
Dame la ayuda que necesito,
bríndame tu mano milagrosa,
y así podré alcanzar lo que me proponga,
porque tú y el Señor todopoderoso son uno.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Meditación del Papa Francisco
El amor de Jesús debe ser suficiente para Pedro. Él no debe ceder a la tentación de la curiosidad, de la envidia, como cuando, al ver a Juan cerca de allí, preguntó a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?». Pero Jesús, frente a estas tentaciones, le respondió: «¿A ti qué? Tú, sígueme». Esta experiencia de Pedro es un mensaje importante también para nosotros, queridos hermanos.
El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: «Sígueme». No pierdas tiempo en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades. Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del Bautismo. Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios. Tú, sígueme. (Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2014).